No hace mucho os relataba por aquí, como el Ejército Rojo utilizó perros-bomba para atacar a los tanques alemanes. Pues bien, los soviéticos no fueron los únicos que trataron de utilizar animales cargados con explosivos contra los países del Eje. Os cuento.
Uno de los planes más estrafalarios desarrollados por el SOE (Special Operations Executive) británico era el de las ratas bomba. El invento consistía en coger una rata muerta, vaciarla y ocupar el espacio con explosivos plásticos para luego coserla (vamos, más o menos, algo parecido a rellenar un pavo). Una vez preparada, la idea era enviarlas a Alemania y dejarlas en las pilas de leña y carbón, junto a las calderas para que cuando se descubrieran y se lanzaran al fuego explotaran, causando además del daño físico, un daño psicológico en todo el país. El plan se puso en marcha y un agente del SOE se hizo pasar por un estudiante y compró un centenar de roedores con la excusa de hacer experimentos de laboratorio. Finalmente, se envió un contenedor con los animales preparados, pero fue descubierto por los alemanes, echando al traste la singular operación. Aunque no produjo el efecto deseado en un principio, el SOE redactó un informe en el que reconocía que el descubrimiento tuvo un “extraordinario efecto moral”: los roedores fueron expuestos en todas las escuelas militares alemanas, lo que provocó una búsqueda de “cientos de ratas que se creía fueron distribuidos en el continente europeo”.
Uno de los planes más estrafalarios desarrollados por el SOE (Special Operations Executive) británico era el de las ratas bomba. El invento consistía en coger una rata muerta, vaciarla y ocupar el espacio con explosivos plásticos para luego coserla (vamos, más o menos, algo parecido a rellenar un pavo). Una vez preparada, la idea era enviarlas a Alemania y dejarlas en las pilas de leña y carbón, junto a las calderas para que cuando se descubrieran y se lanzaran al fuego explotaran, causando además del daño físico, un daño psicológico en todo el país. El plan se puso en marcha y un agente del SOE se hizo pasar por un estudiante y compró un centenar de roedores con la excusa de hacer experimentos de laboratorio. Finalmente, se envió un contenedor con los animales preparados, pero fue descubierto por los alemanes, echando al traste la singular operación. Aunque no produjo el efecto deseado en un principio, el SOE redactó un informe en el que reconocía que el descubrimiento tuvo un “extraordinario efecto moral”: los roedores fueron expuestos en todas las escuelas militares alemanas, lo que provocó una búsqueda de “cientos de ratas que se creía fueron distribuidos en el continente europeo”.
Sus homónimos norteamericanos, la OSS (Office of Strategic Services) - precursora de la actual CIA - no les andaron a la zaga y también desarrollaron planes de lo más insólito para tratar de decantar el curso de la guerra del bando aliado. Uno de esos disparatados proyectos fue el atacar ciudades japonesas con un un millón de murciélagos que llevarían bombas incendiarias adosadas a su cuerpo. El doctor Lytle S. Adams, un dentista de Pensilvania e inventor aficionado, fue quien tuvo esa original idea. Había 4 razones por las que Adams creía que su extraordinaria idea podía funcionar: 1) los murciélagos llevan a sus crías, a veces a 2 o 3, por lo cual tienen la fuerza suficiente para transportar una bomba pequeña, 2) se les puede inducir a la hibernación, por lo que son relativamente fáciles de manejar, 3) durante el día buscan la oscuridad, tejados y áticos, grietas y orificios para refugiarse, y 4) los había por millones, disponibles en cuevas y grutas por todo el país.
Aunque las teorías del Dr. Adams eran sólidas, para llevarlas a la práctica debía convencer al Gobierno para conseguir medios y personal para poder desarrollar el proyecto. No era tarea fácil para un dentista sin ninguna experiencia militar. Lo que necesitaba era un contacto en las altas esferas. Por suerte, "Doc" Adams era un buen amigo de la primera dama, Eleanor Roosevelt. El 12 de enero de 1942 el dentista trasladó sus ideas a papel y las llevó a la Casa Blanca. El presidente las encontró interesantes y solicitó a los líderes militares que las estudiaran. Estos, aunque escépticos, estaban desesperados por devolver el golpe a los japoneses y vieron que la idea tenía posibilidades. Los edificios japoneses construidos con materiales como bambú, madera y papel, arderían con facilidad, por lo que si se soltaran sobre Japón un millón de murciélagos con bombas incendiarias, los resultados podían ser devastadores. El plan de alto secreto, cuyo nombre en clave era "Proyecto Rayos X" recibió con cautela la luz verde.
El general 'Hap' Arnold pidió al Dr. Adams que pusiera el plan en marcha. El dentista e inventor formó un equipo de ayudantes, y se trasladaron a las cuevas de Texas y Nuevo México. Debían averiguar exactamente que podían hacer los murciélagos y como manipularlos, así como que especie era la más idónea para llevar una bomba. Había millones de murciélagos en cada cueva, todos ellos distintos en forma y tamaño. Sin embargo, había uno que se podía considerar en serio para el proyecto: el cola libre mexicano. No era especialmente grande, pero lo había por millones. Capturar a los murciélagos necesarios era fácil, así como inducirles a la hibernación enfriando la temperatura del aire. Pero construir un artefacto incendiario que los animales pudieran transportar era mucho más complicado.
El murciélago mexicano medio pesaba apenas 15 gramos. Las pruebas demostraron que sólo podía llevar más de una vez su propio peso, y los dispositivos incendiarios más pequeños disponibles en la época pesaban 900 gramos, es decir, 30 veces más de lo el murciélago podía transportar. Así pues, se encomendó el proyecto a uno de los científicos más importantes del pais: Louis Frederick Fieser (en la fotografía bajo este párrafo), un reputado químico, profesor e inventor de la Universidad de Harvad. Su tarea consistía en diseñar un artefacto lo bastante pequeño para que lo llevase el murciélago, pero con la potencia suficiente para incendiar un edificio. Su idea fue usar un invento suyo, el napalm, una gasolina gelatinosa (en realidad una mezcla de gasolina y jabón líquido), que era compacta y relativamente ligera, fiable y que cuando prendía ardía con mucha fuerza. Además, cuando se calentaba, se convertía en líquida y podía meterse por las grietas de los tejados, cruzar compartimentos, etc., por lo que para el murciélago era el explosivo perfecto.
Para llevar el napalm Fieser desarrolló una pequeña cápsula de celuloide, que incluía una espoleta de tiempo retardado, pero lo más increíble es que aún pesaba menos de 30 gramos. La bomba se implantaba por medio de un clip insertado quirúrgicamente en el pecho del animal, de modo que quedada suspendida debajo de él. Esa pequeña bomba era tan efectiva que se podía colocar sobre una plancha sólida de, por ejemplo, 3x3 metros de madera y prendía sin tener que avivar el fuego. Su efectividad se puso de manifiesto durante unas pruebas en la base aérea de Carlsbad en Nuevo México. Algunos murciélagos escaparon con bombas activadas y en cuestión de minutos, varias instalaciones de la base estaban en llamas (imagen inferior). Sin embargo, la pregunta más importante seguía sin respuesta: ¿cómo dejar caer un millón de murciélagos sobre una ciudad japonesa?
Para mantener la seguridad, los murciélagos debían quedar en estado de hibernación mientras llevaban las bombas y durante el viaje hacia el objetivo. Los murciélagos dormidos no podían lanzarse sin más desde un avión porque se estrellarían contra el suelo. Para soltarlos de forma efectiva, habría que dejarlos salir de hibernación y hacerles partir desde una plataforma segura desde la cual volar y refugiarse en un edificio. A Lytle S. Adams se le ocurrió diseñar una ingeniosa "bomba-murciélago" (bat bomb): se colocaban 1.040 murciélagos, apilados sobre 26 bandejas, en un contenedor de 1,5 metros en forma de bomba (fotografía de aquí abajo). En cada bandeja había 40 compartimentos separados, uno para cada murciélago. La bomba se lanzaría desde unos 1.500 metros de altura con el descenso cuidadosamente controlado. Un paracaídas se abriría a 600 metros, simultáneamente caería la carcasa exterior de la bomba, las bandejas se abrirían como un acordeón, cada una unidad a la siguiente por medio de una cuerda. Los murciélagos caían sobre la bandeja inferior y entonces las bandejas flotaban lentamente hasta el suelo, dando tiempo a los animales para despertar. Al salir volando cada animal liberaba un cable del grosor de un cabello que conectaba la bomba a la bandeja. Entonces la bomba incendiaria estaba lista para detonar transcurridos 30 minutos.
El 15 de diciembre de 1943, la "bomba-murciélago" se probó en un campo de pruebas en el desierto de Utah. Se construyó una aldea al estilo japonés para ver si los murciélagos se refugiaban en los tejados y áticos de las casas como se esperaba. Los murciélagos se portaron a la perfección. Los militares quedaron impresionados y concluyeron que era un arma efectiva, lo que llevó a la aprobación de la "bomba-murciélago". Debía ponerse en acción contra los japoneses en septiembre del año siguiente, pero sin embargo, el 16 de febrero de 1944 se canceló el proyecto de forma inesperada, y sin que se diera a sus responsables ninguna explicación. Lo cierto es que, los norteamericanos ya habían encontrado un método rápido y definitivo de acabar la guerra. La bomba atómica convirtió la "bat bomb" en obsoleta antes siquiera de entrar en acción.
Fuentes:
http://historiassegundaguerramundial.wordpress.com/2012/10/16/las-ratas-bomba-del-soe/
http://curistoria.blogspot.com.es/2012/05/murcielagos-bomba-el-terror-venia-del.html
Aunque las teorías del Dr. Adams eran sólidas, para llevarlas a la práctica debía convencer al Gobierno para conseguir medios y personal para poder desarrollar el proyecto. No era tarea fácil para un dentista sin ninguna experiencia militar. Lo que necesitaba era un contacto en las altas esferas. Por suerte, "Doc" Adams era un buen amigo de la primera dama, Eleanor Roosevelt. El 12 de enero de 1942 el dentista trasladó sus ideas a papel y las llevó a la Casa Blanca. El presidente las encontró interesantes y solicitó a los líderes militares que las estudiaran. Estos, aunque escépticos, estaban desesperados por devolver el golpe a los japoneses y vieron que la idea tenía posibilidades. Los edificios japoneses construidos con materiales como bambú, madera y papel, arderían con facilidad, por lo que si se soltaran sobre Japón un millón de murciélagos con bombas incendiarias, los resultados podían ser devastadores. El plan de alto secreto, cuyo nombre en clave era "Proyecto Rayos X" recibió con cautela la luz verde.
El general 'Hap' Arnold pidió al Dr. Adams que pusiera el plan en marcha. El dentista e inventor formó un equipo de ayudantes, y se trasladaron a las cuevas de Texas y Nuevo México. Debían averiguar exactamente que podían hacer los murciélagos y como manipularlos, así como que especie era la más idónea para llevar una bomba. Había millones de murciélagos en cada cueva, todos ellos distintos en forma y tamaño. Sin embargo, había uno que se podía considerar en serio para el proyecto: el cola libre mexicano. No era especialmente grande, pero lo había por millones. Capturar a los murciélagos necesarios era fácil, así como inducirles a la hibernación enfriando la temperatura del aire. Pero construir un artefacto incendiario que los animales pudieran transportar era mucho más complicado.
El murciélago mexicano medio pesaba apenas 15 gramos. Las pruebas demostraron que sólo podía llevar más de una vez su propio peso, y los dispositivos incendiarios más pequeños disponibles en la época pesaban 900 gramos, es decir, 30 veces más de lo el murciélago podía transportar. Así pues, se encomendó el proyecto a uno de los científicos más importantes del pais: Louis Frederick Fieser (en la fotografía bajo este párrafo), un reputado químico, profesor e inventor de la Universidad de Harvad. Su tarea consistía en diseñar un artefacto lo bastante pequeño para que lo llevase el murciélago, pero con la potencia suficiente para incendiar un edificio. Su idea fue usar un invento suyo, el napalm, una gasolina gelatinosa (en realidad una mezcla de gasolina y jabón líquido), que era compacta y relativamente ligera, fiable y que cuando prendía ardía con mucha fuerza. Además, cuando se calentaba, se convertía en líquida y podía meterse por las grietas de los tejados, cruzar compartimentos, etc., por lo que para el murciélago era el explosivo perfecto.
Para llevar el napalm Fieser desarrolló una pequeña cápsula de celuloide, que incluía una espoleta de tiempo retardado, pero lo más increíble es que aún pesaba menos de 30 gramos. La bomba se implantaba por medio de un clip insertado quirúrgicamente en el pecho del animal, de modo que quedada suspendida debajo de él. Esa pequeña bomba era tan efectiva que se podía colocar sobre una plancha sólida de, por ejemplo, 3x3 metros de madera y prendía sin tener que avivar el fuego. Su efectividad se puso de manifiesto durante unas pruebas en la base aérea de Carlsbad en Nuevo México. Algunos murciélagos escaparon con bombas activadas y en cuestión de minutos, varias instalaciones de la base estaban en llamas (imagen inferior). Sin embargo, la pregunta más importante seguía sin respuesta: ¿cómo dejar caer un millón de murciélagos sobre una ciudad japonesa?
Para mantener la seguridad, los murciélagos debían quedar en estado de hibernación mientras llevaban las bombas y durante el viaje hacia el objetivo. Los murciélagos dormidos no podían lanzarse sin más desde un avión porque se estrellarían contra el suelo. Para soltarlos de forma efectiva, habría que dejarlos salir de hibernación y hacerles partir desde una plataforma segura desde la cual volar y refugiarse en un edificio. A Lytle S. Adams se le ocurrió diseñar una ingeniosa "bomba-murciélago" (bat bomb): se colocaban 1.040 murciélagos, apilados sobre 26 bandejas, en un contenedor de 1,5 metros en forma de bomba (fotografía de aquí abajo). En cada bandeja había 40 compartimentos separados, uno para cada murciélago. La bomba se lanzaría desde unos 1.500 metros de altura con el descenso cuidadosamente controlado. Un paracaídas se abriría a 600 metros, simultáneamente caería la carcasa exterior de la bomba, las bandejas se abrirían como un acordeón, cada una unidad a la siguiente por medio de una cuerda. Los murciélagos caían sobre la bandeja inferior y entonces las bandejas flotaban lentamente hasta el suelo, dando tiempo a los animales para despertar. Al salir volando cada animal liberaba un cable del grosor de un cabello que conectaba la bomba a la bandeja. Entonces la bomba incendiaria estaba lista para detonar transcurridos 30 minutos.
El 15 de diciembre de 1943, la "bomba-murciélago" se probó en un campo de pruebas en el desierto de Utah. Se construyó una aldea al estilo japonés para ver si los murciélagos se refugiaban en los tejados y áticos de las casas como se esperaba. Los murciélagos se portaron a la perfección. Los militares quedaron impresionados y concluyeron que era un arma efectiva, lo que llevó a la aprobación de la "bomba-murciélago". Debía ponerse en acción contra los japoneses en septiembre del año siguiente, pero sin embargo, el 16 de febrero de 1944 se canceló el proyecto de forma inesperada, y sin que se diera a sus responsables ninguna explicación. Lo cierto es que, los norteamericanos ya habían encontrado un método rápido y definitivo de acabar la guerra. La bomba atómica convirtió la "bat bomb" en obsoleta antes siquiera de entrar en acción.
Fuentes:
http://historiassegundaguerramundial.wordpress.com/2012/10/16/las-ratas-bomba-del-soe/
http://curistoria.blogspot.com.es/2012/05/murcielagos-bomba-el-terror-venia-del.html
Jajajjaja, joder furi, parece de coña, la bat bomb...la gente tiene una inventiva acojonante. Hubiera molado más usar esta bomba...imagínate los libros de historia.
ResponderEliminarBatman forever!
Lo de las ratas...puaj, qué asco, pero al menos las vaciaban una vez muertas, al ver el dibujo pensaba que les petaban el culo a las pobres.
1besico.
@fiona: No quedó ahí la cosa de los ingenios militares de la WW II que tuvieron como protagonistas a los pobres animalicos. Otro día contaré por aquí el "Proyecto Pigeon" del Dr. Skinner, que pretendía utilizar palomas para guiar misiles.
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