Tras consolidar, no sin dificultades, las cabezas de desembarco en las playas de Normandía, los aliados tuvieron enormes problemas para avanzar hacia el interior del país galo. Mientras los británicos, enfrentados al grueso de las divisiones panzer alemanas destacadas en la zona, se veían incapaces de tomar Caen ante la durísima y bien organizada defensa enemiga, un poco más al oeste, el I Ejército Americano del general Omar Bradley quedó atascado en los sangrientos combates en los que se había visto envuelto en los pantanos al sur de la península de Cotentin y el "bocage", en la zona rural al norte de Saint-Lô.
Los alemanes describían los combates en el "bocage", un paisaje compuesto de pequeñas parcelas irregulares (tierras de cultivo y prados), separadas entre sí por setos vivos, muretes y terraplenes, y por árboles que a menudo bordean los caminos, como un "Schmutziger Buschkrieg", es decir, una "guerra sucia entre los arbustos", pero sabían que ellos, como defensores, tenían mayor ventaja sobre los aliados. Los americanos no estaban preparados para la espesura del "bocage", para la altura de los árboles, los setos y los duros y elevados terraplenes en los que crecían. Durante los entrenamientos habían supuesto que los setos eran como los del sur de Inglaterra, pero nada más lejos de la realidad.
Los soldados estadounidenses, en especial los reemplazos recién llegados, se sentían desorientados y sobrecogidos por la imposibilidad de avistar al enemigo cuando avanzaban por los pequeños campos cercados y por los caminos y senderos rodeados de esa espesa vegetación. El pánico pronto se desató entre los combatientes aliados, que parecieron olvidar las enseñanzas básicas de todo entrenamiento de infantería. Su instinto, cuando se veían acosados por la artillería o el fuego de mortero alemán, era tirarse al suelo o retroceder en busca de algún refugio, en lugar de avanzar y cargar contra el enemigo, una actitud que resultaba mucho más peligrosa, en contra de lo que pudiera parecer a priori.
El disparo de un único fusilero desde lo alto de un árbol daba lugar con demasiada frecuencia a que los hombres de toda una unidad se echaran cuerpo a tierra, donde ofrecían un blanco mucho más fácil. De hecho, los alemanes provocaban muchas veces esta situación deliberadamente, para disparar a renglón seguido una densa cortina de fuego de mortero, explotando las bombas en el aire mientras los soldados americanos estaban tendidos en el suelo, indefensos y con todo el cuerpo expuesto. "Seguid andando si queréis seguir con vida" fue el eslogan adoptado por el cuartel general del I Ejército Americano de Bradley como instrucción para todo el mundo. Se hicieron advertencias a los oficiales y suboficiales para que no se echaran cuerpo a tierra, ya que el resto de los hombres bajo su mando seguiría su ejemplo. Dado que una actitud agresiva daba lugar a que se produjeran menos bajas se hizo hincapié en la importancia del "fuego en marcha", que consistía en disparar constantemente (a costa de un enorme gasto de munición), a medida que avanzaba la infantería, contra todo lo que pudiera ser una posición enemiga, sin esperar a tener un objetivo identificado.
Igualmente se aconsejó a los soldados que, si caían heridos por un francotirador, permanecieran inmóviles y en silencio, ya que probablemente el tirador alemán no malgastaría otra bala en un posible cadáver, pero por contra si que volvería a disparar contra el herido, si este se movía tratando de guarecerse, o contra cualquier compañero que acudiera a socorrerle. De hecho, a los sanitarios que acudían a auxiliar a los heridos les disparaban deliberada y sistemáticamente. Los francotiradores alemanes escondidos en los árboles a menudo se ataban al tronco para no caer en caso de resultar heridos; otro escondite favorito en campo abierto eran los almiares, pero esta práctica se desechó enseguida, cuando los soldados estadounidenses aprendieron a disparar balas trazadoras con las que prendían fuego a la paja, para luego coser a tiros al tirador cuando trataba de escapar de las llamas.
Utilizando las lecciones aprendidas en el frente oriental, los alemanes lograron compensar su inferioridad numérica en materia de hombres, artillería y sobre todo, aviones, minimizando sus pérdidas en defensa. Para su primera línea de defensa, excavaban pequeños refugios en la base elevada de los impenetrables setos del "bocage" - tarea dura y laboriosa habida cuenta de lo intrincado de las viejas raíces - para construir en ellos nidos de ametralladoras. Varios cientos de metros más atrás estaba preparada una línea de posiciones bastante más sólidas. Luego existía una tercera línea todavía más atrasada, que disponía de tropas suficientes para llevar a cabo un rápido contraataque. Detrás de ellas, habitualmente en terreno elevado, solía colocarse un cañón antitanque de 88 mm, capaz de dejar fuera de combate a cualquier blindado enemigo que apareciera en apoyo de la infantería.
Los soldados aliados descubrieron que los alemanes eran muy buenos en las técnicas de camuflaje y ocultación. Cortaban ramas frescas para camuflar meticulosamente los cañones y los vehículos blindados y ocultarlos de la vista de la aviación aliada, lo que suponía que la ayuda que pudieran prestar los cazabombarderos enemigos era relativamente escasa. Sus soldados estaban acostumbrados a disimular las huellas de los blindados, e incluso intentaban levantar de nuevo la hierba o el grano que habían aplastado a su paso. Además, la infantería alemana no se limitaba a cavar pequeñas trincheras. Se enterraban "como si fueran topos", cubriéndose la cabeza contra las andanadas de la artillería y abriendo túneles bajo los setos. La pequeña abertura en el terreno que dejaban les proporcionaba el hueco ideal desde el que cortar el avance de una unidad aliada con las ráfagas de una ametralladora MG-42.
Los alemanes sabían muy bien que el mejor momento para pillar desprevenidas a las tropas aliadas era justo después de que éstas hubieran tomado una posición. Habitualmente se infligían en ese momento más bajas que durante el ataque original. Los soldados aliados eran muy lentos a la hora de abrir nuevas trincheras y a menudo se limitaban a utilizar los hoyos y las zanjas cavadas por los alemanes. En muchos casos estas posiciones estaban provistas de trampas explosivas, pero además, siempre podían estar localizadas de antemano como objetivo por los batallones de apoyo de la artillería alemana, dispuestos a abrir fuego sobre ellas en cuanto sus hombres se retiraran. Una y otra vez, las tropas aliadas fueron pilladas desprevenidas. Agotados por el ataque y ufanos por el éxito obtenido, los soldados no encontraban demasiado atractiva la idea de ponerse a cavar frenéticamente nuevas trincheras. A la infantería americana les costó mucho tiempo y muchas muertes innecesarias aprender a seguir la máxima de la Wehrmacht según la la cual "el sudor ahorra mucha sangre".
Combatiendo contra el Ejército Rojo los veteranos del frente oriental habían aprendido todas las triquiñuelas imaginables. Colocaban minas en el fondo de los cráteres abiertos por las bombas delante de sus posiciones para matar o herir gravemente a cualquier soldado atacante que se lanzara a ellos buscando refugio ante el fuego de ametralladoras o de mortero. Si abandonaban una posición, no sólo preparaban trampas explosivas en sus refugios subterráneos, sino que dejaban también una caja de granadas, varias de las cuales habían sido manipuladas para reducir el tiempo de demora a cero. También eran expertos en esconder en las cunetas minas de fragmentación, llamadas por los norteamericanos Bouncing Betty o "minas castradoras" (en la imagen superior) porque, al activarse, se elevaban hasta la altura de la entrepierna antes de estallar.
Los tripulantes de sus tanques y los artilleros de los cañones de campaña se hicieron expertos en disparar las llamadas "salvas de árbol", lo que significaba disparar contra las copas de los árboles, para que al explotar el proyectil, produjeran astillas capaces de herir a cualquiera que estuviera cerca. También tendían cables bien tirantes a la altura del cuello en los caminos usados por los jeeps aliados con el fin de decapitar a los conductores distraídos que pasaban por allí. Los americanos enseguida se acostumbraron a soldar una barra en forma de "L" invertida en la parte delantera de los vehículos descubiertos con el fin de enganchar y cortar dichos cables (fotografía sobre este párrafo).
Otra treta que utilizaban los alemanes cuando los americanos lanzaban una ofensiva por la noche consistía en disparar con una ametralladora balas trazadoras por encima de las cabezas de sus atacantes. De ese modo conseguían que los soldados aliados siguieran avanzando erguidos, para luego abrir fuego a menor altura con munición normal. A menudo, aparecía un sólo alemán con las manos en alto como si quisiera rendirse y cuando los americanos se acercaban con la intención de hacerlo prisionero, se echaba a un lado y las ametralladoras escondidas acribillaban a los desprevenidos soldados estadounidenses. No es de extrañar que después de varios incidentes de ese estilo fueran pocos los americanos dispuestos a coger prisioneros.
La presencia de los tanques utilizados para apoyar los ataques de la infantería estadounidense casi siempre atraía el fuego de la artillería o de los morteros alemanes. El Sherman era especialmente ruidoso, y los alemanes sabían cuando iba a producirse un ataque por el sonido de los motores de los tanques. Las tripulaciones de los blindados corrían también muchos riesgos, ya que los temidos cañones antiaéreos de 88 mm utilizados como arma antitanque eran de una precisión aterradora, siendo capaces de dejar fuera de combate a los tanques aliados, incluso a más de 1 km. de distancia.
Los grupos cazatanques alemanes con el lanzagranadas Panzerfaust al hombro se escondían y aguardaban el paso de las columnas de carros blindados americanos, y luego disparaban contra ellos por detrás, en la zona en la que eran más vulnerables. Otros se acercaban arrastrándose a los blindados y arrojaban contra ellos bombas adhesivas, o se encaramaban a ellos sin ser vistos, lanzando granadas por la escotilla. No es de extrañar que a las compañías de Sherman no les gustara moverse por el "bocage" sin tener el flanco guardado por la infantería.
Los alemanes solían colocar un cañón de asalto o un tanque al final de un largo trayecto en línea recta para tender emboscadas a cualquier Sherman que intentara seguir ese camino. Si se internaban en los campos de cultivo, el comandante del tanque, incapaz de ver casi nada a través del periscopio, tenía que sacar la cabeza por la escotilla de la torreta, ofreciendo un blanco perfecto. En los campos rodeados de setos, los tanques eran más vulnerables, cuando entraban o salían de una parcela por un hueco evidente. Se intentaron diversos métodos de evitar ese peligro.
La infantería que acompañaba a los tanques intentaba abrir brechas en los setos con torpedos Bangalore, pero con escaso éxito, debido a la solidez del suelo y al tiempo que se tardaba en meter la carga bajo tierra. Además se necesitaban cantidades enormes de explosivos. La solución perfecta la encontró el sargento Curtis G. Culin, del 102º Escuadrón de Reconocimiento de Caballería, integrado en la 2ª División Acorazada, quien inventó el conocido como "tanque rinoceronte" (Rhino Tank), que podéis ver en las fotografías superiores. Soldando, a modo de dientes, trozos de acero - obtenidos de las vigas y obstáculos de playa alemanes - a la parte frontal del Sherman, se conseguía en unos 3 minutos abrir un agujero entre el terraplén y el seto (imagen bajo estas líneas).
Casi todas las bajas estadounidenses de carácter psico-neurótico de la campaña de Francia se produjeron como consecuencia de la lucha en el "bocage" y la mayoría de sus víctimas fueron reemplazos, que se habían visto metidos en el combate mal entrenados y peor preparados para sustituir a un caído en combate. Al final de la campaña, 30.000 hombres del I Ejército fueron computados como bajas psicológicas. El jefe del servicio de sanidad de los Estados Unidos, estimaba en un estudio que entre las fuerzas de primera línea un 10% causó baja por motivos psicológicos (fatiga de combate).
Fuentes:
"La Segunda Guerra Mundial" de Antony Beevor
"El Día D. La Batalla de Normandía" de Antony Beevor
Los soldados aliados descubrieron que los alemanes eran muy buenos en las técnicas de camuflaje y ocultación. Cortaban ramas frescas para camuflar meticulosamente los cañones y los vehículos blindados y ocultarlos de la vista de la aviación aliada, lo que suponía que la ayuda que pudieran prestar los cazabombarderos enemigos era relativamente escasa. Sus soldados estaban acostumbrados a disimular las huellas de los blindados, e incluso intentaban levantar de nuevo la hierba o el grano que habían aplastado a su paso. Además, la infantería alemana no se limitaba a cavar pequeñas trincheras. Se enterraban "como si fueran topos", cubriéndose la cabeza contra las andanadas de la artillería y abriendo túneles bajo los setos. La pequeña abertura en el terreno que dejaban les proporcionaba el hueco ideal desde el que cortar el avance de una unidad aliada con las ráfagas de una ametralladora MG-42.
Los alemanes sabían muy bien que el mejor momento para pillar desprevenidas a las tropas aliadas era justo después de que éstas hubieran tomado una posición. Habitualmente se infligían en ese momento más bajas que durante el ataque original. Los soldados aliados eran muy lentos a la hora de abrir nuevas trincheras y a menudo se limitaban a utilizar los hoyos y las zanjas cavadas por los alemanes. En muchos casos estas posiciones estaban provistas de trampas explosivas, pero además, siempre podían estar localizadas de antemano como objetivo por los batallones de apoyo de la artillería alemana, dispuestos a abrir fuego sobre ellas en cuanto sus hombres se retiraran. Una y otra vez, las tropas aliadas fueron pilladas desprevenidas. Agotados por el ataque y ufanos por el éxito obtenido, los soldados no encontraban demasiado atractiva la idea de ponerse a cavar frenéticamente nuevas trincheras. A la infantería americana les costó mucho tiempo y muchas muertes innecesarias aprender a seguir la máxima de la Wehrmacht según la la cual "el sudor ahorra mucha sangre".
Combatiendo contra el Ejército Rojo los veteranos del frente oriental habían aprendido todas las triquiñuelas imaginables. Colocaban minas en el fondo de los cráteres abiertos por las bombas delante de sus posiciones para matar o herir gravemente a cualquier soldado atacante que se lanzara a ellos buscando refugio ante el fuego de ametralladoras o de mortero. Si abandonaban una posición, no sólo preparaban trampas explosivas en sus refugios subterráneos, sino que dejaban también una caja de granadas, varias de las cuales habían sido manipuladas para reducir el tiempo de demora a cero. También eran expertos en esconder en las cunetas minas de fragmentación, llamadas por los norteamericanos Bouncing Betty o "minas castradoras" (en la imagen superior) porque, al activarse, se elevaban hasta la altura de la entrepierna antes de estallar.
Los tripulantes de sus tanques y los artilleros de los cañones de campaña se hicieron expertos en disparar las llamadas "salvas de árbol", lo que significaba disparar contra las copas de los árboles, para que al explotar el proyectil, produjeran astillas capaces de herir a cualquiera que estuviera cerca. También tendían cables bien tirantes a la altura del cuello en los caminos usados por los jeeps aliados con el fin de decapitar a los conductores distraídos que pasaban por allí. Los americanos enseguida se acostumbraron a soldar una barra en forma de "L" invertida en la parte delantera de los vehículos descubiertos con el fin de enganchar y cortar dichos cables (fotografía sobre este párrafo).
Otra treta que utilizaban los alemanes cuando los americanos lanzaban una ofensiva por la noche consistía en disparar con una ametralladora balas trazadoras por encima de las cabezas de sus atacantes. De ese modo conseguían que los soldados aliados siguieran avanzando erguidos, para luego abrir fuego a menor altura con munición normal. A menudo, aparecía un sólo alemán con las manos en alto como si quisiera rendirse y cuando los americanos se acercaban con la intención de hacerlo prisionero, se echaba a un lado y las ametralladoras escondidas acribillaban a los desprevenidos soldados estadounidenses. No es de extrañar que después de varios incidentes de ese estilo fueran pocos los americanos dispuestos a coger prisioneros.
La presencia de los tanques utilizados para apoyar los ataques de la infantería estadounidense casi siempre atraía el fuego de la artillería o de los morteros alemanes. El Sherman era especialmente ruidoso, y los alemanes sabían cuando iba a producirse un ataque por el sonido de los motores de los tanques. Las tripulaciones de los blindados corrían también muchos riesgos, ya que los temidos cañones antiaéreos de 88 mm utilizados como arma antitanque eran de una precisión aterradora, siendo capaces de dejar fuera de combate a los tanques aliados, incluso a más de 1 km. de distancia.
Los grupos cazatanques alemanes con el lanzagranadas Panzerfaust al hombro se escondían y aguardaban el paso de las columnas de carros blindados americanos, y luego disparaban contra ellos por detrás, en la zona en la que eran más vulnerables. Otros se acercaban arrastrándose a los blindados y arrojaban contra ellos bombas adhesivas, o se encaramaban a ellos sin ser vistos, lanzando granadas por la escotilla. No es de extrañar que a las compañías de Sherman no les gustara moverse por el "bocage" sin tener el flanco guardado por la infantería.
Los alemanes solían colocar un cañón de asalto o un tanque al final de un largo trayecto en línea recta para tender emboscadas a cualquier Sherman que intentara seguir ese camino. Si se internaban en los campos de cultivo, el comandante del tanque, incapaz de ver casi nada a través del periscopio, tenía que sacar la cabeza por la escotilla de la torreta, ofreciendo un blanco perfecto. En los campos rodeados de setos, los tanques eran más vulnerables, cuando entraban o salían de una parcela por un hueco evidente. Se intentaron diversos métodos de evitar ese peligro.
La infantería que acompañaba a los tanques intentaba abrir brechas en los setos con torpedos Bangalore, pero con escaso éxito, debido a la solidez del suelo y al tiempo que se tardaba en meter la carga bajo tierra. Además se necesitaban cantidades enormes de explosivos. La solución perfecta la encontró el sargento Curtis G. Culin, del 102º Escuadrón de Reconocimiento de Caballería, integrado en la 2ª División Acorazada, quien inventó el conocido como "tanque rinoceronte" (Rhino Tank), que podéis ver en las fotografías superiores. Soldando, a modo de dientes, trozos de acero - obtenidos de las vigas y obstáculos de playa alemanes - a la parte frontal del Sherman, se conseguía en unos 3 minutos abrir un agujero entre el terraplén y el seto (imagen bajo estas líneas).
Casi todas las bajas estadounidenses de carácter psico-neurótico de la campaña de Francia se produjeron como consecuencia de la lucha en el "bocage" y la mayoría de sus víctimas fueron reemplazos, que se habían visto metidos en el combate mal entrenados y peor preparados para sustituir a un caído en combate. Al final de la campaña, 30.000 hombres del I Ejército fueron computados como bajas psicológicas. El jefe del servicio de sanidad de los Estados Unidos, estimaba en un estudio que entre las fuerzas de primera línea un 10% causó baja por motivos psicológicos (fatiga de combate).
Fuentes:
"La Segunda Guerra Mundial" de Antony Beevor
"El Día D. La Batalla de Normandía" de Antony Beevor
3 comentarios:
un artículo muy bueno, como siempre. Muchas gracias.
Un articulo muy bueno e interesante,creia conocer muy bien la campaña en Bocage, pero desconocia las trampas y estrategia de los alemanes.Sigue asin :)
antono, jose: Gracias por vuestras palabras, pero el mérito debéis concedérselo al gran A. Beevor, yo sólo me he limitado a trasladar aquí su trabajo, ordenarlo, complementarlo y variarlo mínimamente a mi gusto, añadir fotografías y enlaces y poco más...
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