Los Comandos (British Commandos) nacieron de la filosofía de llevar la guerra al enemigo, que a su vez emanó de la postura defensiva en la que se instaló el pensamiento militar británico después del desastre de la campaña de Francia y la posterior evacuación de la British Expeditionary Force en Dunkerque. El Teniente Coronel Dudley Clarke, destinado en Palestina en 1936, había podido observar como pequeñas unidades expertas en golpes de mano podían inmovilizar a todo un ejército al tiempo que le infligían daños y desmoralizaban al personal. En junio de 1940, Clarke preparó una memoria para el alto mando en la que esbozaba el concepto de una fuerza de combate pequeña, móvil y ofensiva, basada en parte en la actuación de los guerrilleros bóers, que habían sido capaces de paralizar a un 250.000 soldados británicos en Sudáfrica.
El Primer Ministro Winston Churchill aprobó la idea y empezaron a circular despachos por todo el Reino Unido pidiendo voluntarios para un servicio especial de naturaleza no definida pero difícil y peligroso: eran las llamadas "Compañías Independientes", unidades de incursión anfibia que crecieron después para convertirse en los British Comandos, consistentes en pequeños grupos de asalto, ligeramente equipados, pero muy entrenados y enérgicos, formados por voluntarios selectos, que llevaron a cabo numerosas incursiones contra la Europa ocupada. La "Operación Chariot" lanzada sobre el puerto francés de Saint-Nazaire, fue una de las acciones más intrépidas realizadas por los Comandos durante la Segunda Guerra Mundial y que ahora mismo paso a contarles.
Aunque en 1940, Gran Bretaña había salido victoriosa de la Batalla de Inglaterra, derrotando con claridad a la Luftwaffe, el bloqueo marítimo que estaban sufriendo las islas británicas por parte de los U-Boots alemanes, la ponía nuevamente al borde de la derrota. Sumado a ese peligro, la acción de buques de superficie alemanes, como el Admiral Graf Spee o el poderoso Bismarck, dio a la situación un aire de preocupación, que inquietaba al mando británico. Saint-Nazaire, ubicado en la costa francesa del Atlántico en la desembocadura del Loira, ofrecía a los alemanes una excelente refugio para sus submarinos, y además tenía un descomunal dique seco (el Dique Normandie, que se observa en las imágenes) capaz de recibir en su seno a los acorazados alemanes de mayor tonelaje - como el Tirpitz, gemelo del Bismarck - para el supuesto de que fueran destinados a combatir en el Atlántico y precisaran de reparaciones o mantenimiento. Los británicos suponían que si dejaban fuera de servicio este dique, la Kriegsmarine no se arriesgaría a mandar a sus escasos buques de superficie al Atlántico. Dicho de otro modo, sin ese dique seco, cualquier barco alemán averiado, debería forzar su paso por el Canal de la Mancha o por el Mar del Norte, lo cual sería demasiado arriesgado.
El plan era destruir la esclusa de entrada al referido dique, para lo cual un buque cargado hasta los topes de explosivos debía lanzarse contra la compuerta a modo de ariete, empotrándose contra la misma. Los explosivos, dotados de un sistema especial de detonación retardaba, se esperaba que explotaran 8 horas después del impacto, destruyendo la esclusa y dejando fuera de servicio el dique seco. Una vez que el destructor quedara literalmente incrustado en la compuerta, los Comandos y equipos de demolición embarcados en el mismo saltarían a tierra, para tratar destruir las instalaciones del puerto, y luego salir pitando como alma que lleva el diablo del puerto francés. Si el plan salía como estaba previsto, el Dique Normandie quedaría fuera de servicio durante un largo tiempo, aunque se trataba de un ataque de un enorme riesgo tanto para los 265 Comandos participantes - que habían estado entrenando en Escocia y Gales, fundamentalmente en ataques contra instalaciones portuarias, depósitos, diques, esclusas y compuertas - como para los 346 marineros de los barcos que les acompañarían en el raid (3 destructores, 16 lanchas motoras ML (Motor Launches) (algunas de ellas armadas con lanzatorpedos), la lancha torpedera MTB74 (Motor Torpedo Boat) y la cañonera MGB314 (Motor Gun Boat).
El buque encargado de la destrucción de la esclusa era el HMS Campbeltown, un obsoleto destructor norteamericano de la Primera Guerra Mundial, el USS Buchanan (en la foto superior), que en 1940 había pasado a formar parte de la Royal Navy en virtud de la Ley de Prestamo y Arriendo. La carga explosiva del HMS Campbeltown se realizó utilizando 24 cargas de profundidad, cada una de ellas de 200 kgs, lo que proporcionaba 4,8 toneladas de explosivos, que se introdujeron en un tanque especial de acero revestido de cemento situado sobre los depósitos de combustible en la proa del barco. Los detonadores eran los nuevos de acción retardada utilizados por el ejército, programados para hacer efecto después de 8 horas, y se usaron 3 de ellos para asegurar la detonación. Para tratar de que el destructor, al mando del Teniente-Comandante Stephen H. Beattie, tuviera la apareciencia de un torpedero alemán de la clase Möwe (la primera de las fotografías de aquí abajo), se eliminaron dos de las chimeneas más a popa, se acortó una tercera, se eliminó el mástil de popa, se redujo el tamaño del puente, se elevaron las bordas y se modificó su armamento. También se añadieron grandes planchas de metal en la cubierta, para brindar protección a los Comandos embarcados en él, y el puente fue desmontado y blindado (con el resultado final que se puede observar en el croquis de la segunda imagen).
Los otros dos destructores ingleses, HMS Atherstone y HMS Tyndale, proporcionarían la escolta durante el viaje hacia la costa francesa (y el posterior regreso a costas inglesas), pero no participarían directamente en el ataque. Además, unos 60 bombarderos de la RAF atacarían la zona portuaria poco antes del ataque de los Comandos, como forma de distraer las defensas y de iluminar la zona del objetivo. El Capitán de Corbeta Robert Ryder estaría al mando de la agrupación naval y el Teniente Coronel Augustus C. Newman mandaría las acciones en tierra de los Comandos y grupos de demolición, viajando ambos a bordo de la cañonera MGB314, donde estaría el puesto de mando del raid.
Las defensas alemanas en torno al puerto de Saint-Nazaire eran considerables y estaban, en su totalidad, bajo el control y mando de la Kriegsmarine. El comandante responsable de toda la zona del estuario de Loira era el Capitán de Corbeta Adalbert Zuckshwerdt, que tenía bajo su mando un batallón de artillería de costa (que contaba con 28 cañones de variado calibre, desde 75mm hasta 150mm y 170mm, y una batería sobre raíles de 240mm), una brigada de artillería antiaérea (3 batallones, con cañones capaces de disparar tanto a blancos aéreos como terrestres, con calibres que iban desde 20mm a 37mm y 40mm, aunque las baterías más potentes de 88mm sólo podían hacer fuego antiaéreo) y algunas fuerzas menores bajo la responsabilidad del comandante del puerto. Asistiendo a la artillería en la identificación de blancos, se encontraban dos estaciones de radar, además de otras estaciones de apoyo exclusivo a la artillería antiaérea y una pequeña unidad de globos de barrera. Además de todas estas defensas permanentes, estaban las tripulaciones de los numerosos barcos y submarinos amarrados en la base. El cálculo estimado de los efectivos alemanes destacados en la zona de Saint-Nazaire podría exceder de los 5.000 hombres.
La pequeña flotilla (en la imagen inferior la torpedera MTB74) zarpó del puerto de Falmouth hacia su misión a las 14 horas del 26 de marzo de 1942, poniendo rumbo sur hacia el Golfo de Vizcaya, alejándose de la desembocadura del Loira, para después girar hacia el noroeste, hasta el punto de encuentro con un submarino que estaba cerca de la costa y hacia las veces de baliza para guiar en la oscuridad a la flotilla hacia el puerto francés a través del estuario del río. Sobre las 7:00 horas del día siguiente, el HMS Tynedale avistó un submarino alemán sobre la superficie y abrió fuego. Los dos buques de escolta abandonaron momentáneamente el convoy para enfrentarse al U-Boot, que se sumergió rápidamente, y fue atacado sin éxito mediante cargas de profundidad. Sorpresivamente, parece ser que el sumergible alemán no informó debidamente del incidente, algo que podría haber mandado al traste toda la operación.
En la tarde del 27 de marzo, los dos destructores de escolta se apartaron del convoy y las embarcaciones británicas se dirigieron a la desembocadura del Loira, donde sobre las 22:00 horas el submarino HMS Sturgeon guió a la flotilla (en la imagen inferior una lancha motora ML) mediante su faro de navegación mostrándole la ruta hacia su objetivo, al mismo tiempo que el HMS Campbeltown izaba la bandera de combate de la marina alemana, como forma de confundir a las defensas enemigas.
A las 23,30 horas del 27 de marzo, 5 escuadrones de bombarderos de la RAF (35 Whitleys y 27 Wellingtons) iniciaron el bombardeo de la zona. El Capitán de Navío Karl-Konrad Mecke, que estaba a cargo de la brigada de artillería antiaérea, se mostró extrañado por la estrategia de los aviones británicos, pues habían lanzado un número muy reducido de bombas para la cantidad de aparatos que participaban en el ataque. Temiéndose que se pudiera estar cociendo algo gordo, sobre la medianoche envió una comunicación a todos los puestos de mando indicando que "la actuación de los aviones enemigos es inexplicable, y hace sospechar posibles ataques de paracaidistas". A las 1:00 horas la mayoría de los aviones británicos había desaparecido, y los pocos que permanecían en el área volaban fuera del alcance de los antiaéreos. Mecke ordenó que cesara el fuego y se apagaran los reflectores, pero también que se mantuviera la alerta y la observación de posibles acciones del enemigo, especialmente en dirección al mar.
Sobre las 1:15 horas del 28 de marzo, la flotilla británica fue avistada navegando a velocidad moderada con rumbo al puerto por uno de los batallones de artillería antiaérea dispuestos en la orilla este del río. Al ser informado del hecho por sus subordinados, Mecke preguntó a la Jefatura del Puerto si se esperaba la llegada de algún grupo de barcos alemanes, y siendo la respuesta negativa, transmitió una orden urgente a todos los puestos alertando de un posible desembarco enemigo. A la recepción del mensaje de alerta todo el personal militar del puerto fue puesto en alarma de combate: las tripulaciones de todos los barcos se convirtieron de inmediato en tropas de infantería y todas las armas antiaéreas capaces de hacerlo se prepararon para apuntar a objetivos terrestres. El factor sorpresa del ataque se había ido al garete, pero un pequeño detalle actuó a favor de la flotilla. Desde la alarma de desembarco lanzada por Mecke, hasta que todos los reflectores del puerto fueron encendidos y comenzaron a rastrear el mar, pasaron al menos 5 valiosísimos minutos para que el HMS Campbeltown y sus acompañantes en el raid pudieran acercarse más al puerto de Saint-Nazaire.
Hacia las 1:22 horas, los reflectores empezaron a iluminar a la flotilla, pero gracias al intercambio de señales luminosas con los puertos alemanes llevado a cabo por un marinero especialmente entrenado, tratando de aparentar ser un convoy alemán que llegaba al puerto en misión secreta, se consiguió ganar más tiempo, aproximándose todavía más al puerto, y generando de paso más confusión entre las fuerzas alemanas, pues de noche y en la distancia, el HMS Campbeltown, tras las modificaciones sufridas y con el pabellón naval de la Kriegsmarine izado parecía un torpedero alemán. Ello unido a que ningún alemán en Saint-Nazaire podía imaginar que una fuerza británica fuera a correr el riesgo de atacar la base, provocó que todavía se dispararan unas salvas de advertencia, a las que el destructor británico respondió con un mensaje de su reflector de señales: "Esperen". Inmediatamente después transmitió otro mensaje: "Urgente. Dos barcos dañados por fuego enemigo, permiso para entrar en el puerto cuanto antes", lo que provocó que el fuego alemán de advertencia cesara momentáneamente.
El Primer Ministro Winston Churchill aprobó la idea y empezaron a circular despachos por todo el Reino Unido pidiendo voluntarios para un servicio especial de naturaleza no definida pero difícil y peligroso: eran las llamadas "Compañías Independientes", unidades de incursión anfibia que crecieron después para convertirse en los British Comandos, consistentes en pequeños grupos de asalto, ligeramente equipados, pero muy entrenados y enérgicos, formados por voluntarios selectos, que llevaron a cabo numerosas incursiones contra la Europa ocupada. La "Operación Chariot" lanzada sobre el puerto francés de Saint-Nazaire, fue una de las acciones más intrépidas realizadas por los Comandos durante la Segunda Guerra Mundial y que ahora mismo paso a contarles.
Aunque en 1940, Gran Bretaña había salido victoriosa de la Batalla de Inglaterra, derrotando con claridad a la Luftwaffe, el bloqueo marítimo que estaban sufriendo las islas británicas por parte de los U-Boots alemanes, la ponía nuevamente al borde de la derrota. Sumado a ese peligro, la acción de buques de superficie alemanes, como el Admiral Graf Spee o el poderoso Bismarck, dio a la situación un aire de preocupación, que inquietaba al mando británico. Saint-Nazaire, ubicado en la costa francesa del Atlántico en la desembocadura del Loira, ofrecía a los alemanes una excelente refugio para sus submarinos, y además tenía un descomunal dique seco (el Dique Normandie, que se observa en las imágenes) capaz de recibir en su seno a los acorazados alemanes de mayor tonelaje - como el Tirpitz, gemelo del Bismarck - para el supuesto de que fueran destinados a combatir en el Atlántico y precisaran de reparaciones o mantenimiento. Los británicos suponían que si dejaban fuera de servicio este dique, la Kriegsmarine no se arriesgaría a mandar a sus escasos buques de superficie al Atlántico. Dicho de otro modo, sin ese dique seco, cualquier barco alemán averiado, debería forzar su paso por el Canal de la Mancha o por el Mar del Norte, lo cual sería demasiado arriesgado.
El plan era destruir la esclusa de entrada al referido dique, para lo cual un buque cargado hasta los topes de explosivos debía lanzarse contra la compuerta a modo de ariete, empotrándose contra la misma. Los explosivos, dotados de un sistema especial de detonación retardaba, se esperaba que explotaran 8 horas después del impacto, destruyendo la esclusa y dejando fuera de servicio el dique seco. Una vez que el destructor quedara literalmente incrustado en la compuerta, los Comandos y equipos de demolición embarcados en el mismo saltarían a tierra, para tratar destruir las instalaciones del puerto, y luego salir pitando como alma que lleva el diablo del puerto francés. Si el plan salía como estaba previsto, el Dique Normandie quedaría fuera de servicio durante un largo tiempo, aunque se trataba de un ataque de un enorme riesgo tanto para los 265 Comandos participantes - que habían estado entrenando en Escocia y Gales, fundamentalmente en ataques contra instalaciones portuarias, depósitos, diques, esclusas y compuertas - como para los 346 marineros de los barcos que les acompañarían en el raid (3 destructores, 16 lanchas motoras ML (Motor Launches) (algunas de ellas armadas con lanzatorpedos), la lancha torpedera MTB74 (Motor Torpedo Boat) y la cañonera MGB314 (Motor Gun Boat).
Los otros dos destructores ingleses, HMS Atherstone y HMS Tyndale, proporcionarían la escolta durante el viaje hacia la costa francesa (y el posterior regreso a costas inglesas), pero no participarían directamente en el ataque. Además, unos 60 bombarderos de la RAF atacarían la zona portuaria poco antes del ataque de los Comandos, como forma de distraer las defensas y de iluminar la zona del objetivo. El Capitán de Corbeta Robert Ryder estaría al mando de la agrupación naval y el Teniente Coronel Augustus C. Newman mandaría las acciones en tierra de los Comandos y grupos de demolición, viajando ambos a bordo de la cañonera MGB314, donde estaría el puesto de mando del raid.
Las defensas alemanas en torno al puerto de Saint-Nazaire eran considerables y estaban, en su totalidad, bajo el control y mando de la Kriegsmarine. El comandante responsable de toda la zona del estuario de Loira era el Capitán de Corbeta Adalbert Zuckshwerdt, que tenía bajo su mando un batallón de artillería de costa (que contaba con 28 cañones de variado calibre, desde 75mm hasta 150mm y 170mm, y una batería sobre raíles de 240mm), una brigada de artillería antiaérea (3 batallones, con cañones capaces de disparar tanto a blancos aéreos como terrestres, con calibres que iban desde 20mm a 37mm y 40mm, aunque las baterías más potentes de 88mm sólo podían hacer fuego antiaéreo) y algunas fuerzas menores bajo la responsabilidad del comandante del puerto. Asistiendo a la artillería en la identificación de blancos, se encontraban dos estaciones de radar, además de otras estaciones de apoyo exclusivo a la artillería antiaérea y una pequeña unidad de globos de barrera. Además de todas estas defensas permanentes, estaban las tripulaciones de los numerosos barcos y submarinos amarrados en la base. El cálculo estimado de los efectivos alemanes destacados en la zona de Saint-Nazaire podría exceder de los 5.000 hombres.
La pequeña flotilla (en la imagen inferior la torpedera MTB74) zarpó del puerto de Falmouth hacia su misión a las 14 horas del 26 de marzo de 1942, poniendo rumbo sur hacia el Golfo de Vizcaya, alejándose de la desembocadura del Loira, para después girar hacia el noroeste, hasta el punto de encuentro con un submarino que estaba cerca de la costa y hacia las veces de baliza para guiar en la oscuridad a la flotilla hacia el puerto francés a través del estuario del río. Sobre las 7:00 horas del día siguiente, el HMS Tynedale avistó un submarino alemán sobre la superficie y abrió fuego. Los dos buques de escolta abandonaron momentáneamente el convoy para enfrentarse al U-Boot, que se sumergió rápidamente, y fue atacado sin éxito mediante cargas de profundidad. Sorpresivamente, parece ser que el sumergible alemán no informó debidamente del incidente, algo que podría haber mandado al traste toda la operación.
En la tarde del 27 de marzo, los dos destructores de escolta se apartaron del convoy y las embarcaciones británicas se dirigieron a la desembocadura del Loira, donde sobre las 22:00 horas el submarino HMS Sturgeon guió a la flotilla (en la imagen inferior una lancha motora ML) mediante su faro de navegación mostrándole la ruta hacia su objetivo, al mismo tiempo que el HMS Campbeltown izaba la bandera de combate de la marina alemana, como forma de confundir a las defensas enemigas.
A las 23,30 horas del 27 de marzo, 5 escuadrones de bombarderos de la RAF (35 Whitleys y 27 Wellingtons) iniciaron el bombardeo de la zona. El Capitán de Navío Karl-Konrad Mecke, que estaba a cargo de la brigada de artillería antiaérea, se mostró extrañado por la estrategia de los aviones británicos, pues habían lanzado un número muy reducido de bombas para la cantidad de aparatos que participaban en el ataque. Temiéndose que se pudiera estar cociendo algo gordo, sobre la medianoche envió una comunicación a todos los puestos de mando indicando que "la actuación de los aviones enemigos es inexplicable, y hace sospechar posibles ataques de paracaidistas". A las 1:00 horas la mayoría de los aviones británicos había desaparecido, y los pocos que permanecían en el área volaban fuera del alcance de los antiaéreos. Mecke ordenó que cesara el fuego y se apagaran los reflectores, pero también que se mantuviera la alerta y la observación de posibles acciones del enemigo, especialmente en dirección al mar.
Sobre las 1:15 horas del 28 de marzo, la flotilla británica fue avistada navegando a velocidad moderada con rumbo al puerto por uno de los batallones de artillería antiaérea dispuestos en la orilla este del río. Al ser informado del hecho por sus subordinados, Mecke preguntó a la Jefatura del Puerto si se esperaba la llegada de algún grupo de barcos alemanes, y siendo la respuesta negativa, transmitió una orden urgente a todos los puestos alertando de un posible desembarco enemigo. A la recepción del mensaje de alerta todo el personal militar del puerto fue puesto en alarma de combate: las tripulaciones de todos los barcos se convirtieron de inmediato en tropas de infantería y todas las armas antiaéreas capaces de hacerlo se prepararon para apuntar a objetivos terrestres. El factor sorpresa del ataque se había ido al garete, pero un pequeño detalle actuó a favor de la flotilla. Desde la alarma de desembarco lanzada por Mecke, hasta que todos los reflectores del puerto fueron encendidos y comenzaron a rastrear el mar, pasaron al menos 5 valiosísimos minutos para que el HMS Campbeltown y sus acompañantes en el raid pudieran acercarse más al puerto de Saint-Nazaire.
Hacia las 1:22 horas, los reflectores empezaron a iluminar a la flotilla, pero gracias al intercambio de señales luminosas con los puertos alemanes llevado a cabo por un marinero especialmente entrenado, tratando de aparentar ser un convoy alemán que llegaba al puerto en misión secreta, se consiguió ganar más tiempo, aproximándose todavía más al puerto, y generando de paso más confusión entre las fuerzas alemanas, pues de noche y en la distancia, el HMS Campbeltown, tras las modificaciones sufridas y con el pabellón naval de la Kriegsmarine izado parecía un torpedero alemán. Ello unido a que ningún alemán en Saint-Nazaire podía imaginar que una fuerza británica fuera a correr el riesgo de atacar la base, provocó que todavía se dispararan unas salvas de advertencia, a las que el destructor británico respondió con un mensaje de su reflector de señales: "Esperen". Inmediatamente después transmitió otro mensaje: "Urgente. Dos barcos dañados por fuego enemigo, permiso para entrar en el puerto cuanto antes", lo que provocó que el fuego alemán de advertencia cesara momentáneamente.
Inmediatamente después las baterías costeras abrieron fuego y de nuevo las señales del HMS Campbeltown les indicaban que estaban cometiendo un error: "Están disparando a barcos amigos". Nuevamente las baterías dejaron de disparar. Ahora la osada flotilla se encontraba a tan solo 6 minutos de su objetivo, pero era evidente que el engaño no podía durar eternamente. Los mandos alemanes no tenían la certeza absoluta de que los barcos que se acercaban fueran amigos, así que ordenaron abrir fuego sin contemplaciones sobre ellos con todas las piezas. Siendo evidente que no podrían engañar a los alemanes ni un segundo más, el Capitán Robert Ryder, al mando de la flotilla, ordenó devolver el fuego enemigo e izar la bandera de la Royal Navy. En un instante el estuario se convirtió en un infierno de explosiones, impactos de artillería sobre el agua, balas trazadoras y metralla. Casi de inmediato los componentes de la flotilla empezaron a encajar impactos, y a falta de 5 minutos para alcanzar el puerto ya todo era cuestión de acelerar la marcha, responder a los disparos y encomendarse a la suerte.
La cañonera MGB314 (en la foto), que iba en la cabeza del convoy, se encontró con una pequeña patrullera alemana intentado bloquear la entrada al puerto y disparando sobre los barcos británicos, por lo que la embarcación británica se acercó lo máximo posible al patrullera enemiga y barrió la cubierta con balas explosivas, dejándola fuera de combate. Pero el blanco principal para la artillería alemana era el HMS Campbeltown. Su tamaño atraía los proyectiles de todos los calibres, que impactaban en la cubierta, el puente y el casco del barco. La sala de máquinas y las calderas fueron alcanzadas, y los Comandos intentaban protegerse en el interior como buenamente podían de la lluvia de fuego y metal que caía sobre ellos, esperando el momento en que el barco alcanzara su objetivo y pudieran saltar a tierra. El comandante Stephen H. Beattie, siendo consciente del riesgo que corrían los Comandos ocultos en las bodegas del barco, ordenó que salieran de allí y se resguardaran en el fuertemente blindado compartimento del timón. Después ordenó a toda máquina, el barco alcanzó una velocidad de 20 nudos, y Beattie se concentró en llevar al castigado destructor contra las compuertas del Dique Normandie, que parecía estar a un mundo de distancia.
Un segundo más tarde el puente del HMS Campbeltown fue barrido por el haz de luz de un reflector, que cegó momentáneamente a Beattie, e inmediatamente después el timonel cayó muerto. El contramaestre saltó para hacerse con el gobierno del barco, pero también fue alcanzado, y fue finalmente uno de los Comandos especialistas en demolición, quien se hizo cargo del timón. El cañón de cubierta del destructor británico fue alcanzado por un disparo de gran calibre, que mató a su dotación y a los Comandos que se encontraban con ellos. La explosión impidió a Beattie por unos segundos comprobar el rumbo, pero en cuanto se disipó el humo pudo ver ante él la entrada sur, y las compuertas del dique a unos pocos cientos de metros por delante. Entonces la MGB314 viró para situarse a la derecha del HMS Campbeltown y dejarle vía libre, y Beattie anunció "¡Preparados para colisión!". Unos segundos más tarde alcanzaban la red antitorpedos desplegada ante el dique, pero fue incapaz de frenar a las más de 1.000 toneladas del viejo destructor lanzadas a toda máquina. En un instante el buque británico embestió contra el centro de las compuertas exteriores finalizando su extraordinaria carrera contra el tiempo y el fuego enemigo. Eran las 1:34 horas, y el HMS Campbeltown había alcanzado su objetivo con sólo 4 minutos de retraso.
Aprovechando la confusión, los Comandos que viajaban en el HMS Campbeltown, junto con los embarcados en el resto de la flotilla se lanzaron hacia sus objetivos en las distintas instalaciones portuarias, con mayor o menor fortuna. Aunque una gran parte de las lanchas motoras que integraban el raid habían sufrido graves daños y bajas entre sus ocupantes (algunas de ellas ni siquiera pudo desembarcar a los comandos británicos al ser hundida), pese a todo, estos lograron poner fuera de combate algunos de sus objetivos, como la estación de bombeo de agua que hacía posible el vaciado del dique seco, la maquinaria encargada de abrir y cerrar las compuertas del mismo y algunos de los depósitos subterráneos. El Teniente Coronel Newman y sus hombres, ante el creciente número de tropas alemanas que los hostigaban, no pudieron destruir todos los objetivos asignados y se vieron obligados a retirarse y reagruparse en el muelle, donde debían ser recogidos por las lanchas motoras. Sin embargo, el fuego enemigo durante el transcurso del ataque había diezmado la flotilla, siendo evidente que la evacuación por mar no era una opción al no haber suficientes embarcaciones para evacuar a los más de 100 Comandos que todavía estaban en tierra. Ante esta eventualidad, las órdenes de Newman eran que los no pudieran ser evacuados por mar debían tratar de abrirse paso combatiendo por las calles de Saint-Nazaire para escapar del cerco alemán e intentar regresar a Inglaterra como cada uno buenamente pudiera, y caso de que no fuera posible escapar, no rendirse hasta que se agotara la munición y que no fuera posible recibir ningún tipo de ayuda.
Salvo 5 Comandos que lograron escapar y llegaron a Gibraltar a través de España, el resto de los que quedaron en tierra murieron en combate o fueron capturados por los alemanes. De los 622 hombres que integraron el raid sobre Saint-Nazaire, sólo 228 pudieron regresar a Inglaterra, en tan sólo 3 lanchas motoras (ML) del total de 18 embarcaciones de que constaba la flotilla que acompañaba al HMS Campbeltown (el resto fueron destruidas y hundidas durante la incursión). El ataque costó a los británicos 169 muertos (105 marineros de la Royal Navy y 64 Comandos) y 215 prisioneros (106 marineros y 109 Comandos). A ojos de los alemanes el raid parecía un rotundo fracaso de los británicos que habían sufrido unas enormes pérdidas y no habían causado apenas daños reseñables. Lo que no sabían es que la "Operación Chariot" todavía no había terminado y que su momento culminante estaba por llegar.
La mañana siguiente al ataque transcurría en Saint-Nazaire con las tropas alemanas ocupadas en encontrar y neutralizar a los escasos Comandos que todavían ofrecían resistencia y trataban de escapar. Mientras tanto, en el Dique Normandie, una multitud de personas (oficiales de inteligencia, altos mandos y soldados alemanes, personal de mantenimiento, trabajadores franceses, responsables de la propaganda nazi dispuestos a tomar fotos del barco inglés (como la que se pueden ver abajo)...) se había ido congregando alrededor del HMS Campbeltown para contemplar el inútil intento de los británicos. A las 11:35 horas de la mañana del 28 de marzo de 1942 las cargas de explosivos ocultas en el interior del destructor detonaron produciendo una enorme explosión que prácticamente volatilizó el barco, destruyendo las esclusas del dique seco y llevándose por delante a muchos de los allí presentes.
Fuera por la pericia del Teniente-Comandante Beattie, fuera por pura casualidad, lo cierto es que el HMS Campbeltown había quedado encajado en las esclusas del dique justo en el punto exacto en el que se encontraban los explosivos, y la destrucción provocada por la explosión fue inmensa. Las esclusas externas desaparecieron, y el barco, impulsado por la fuerza del agua al penetrar en el dique, salió disparado hacia el interior, yendo a chocar contra dos buques tanque que se encontraban en él. El número de soldados alemanes y civiles muertos se elevó a casi 400, incluyendo entre ellos a 40 altos oficiales que estaban realizando una visita de inspección en el buque. El puerto tuvo que ser cerrado durante varios días, y toda la población del casco viejo de Saint-Nazaire evacuada. Incluso dos días después, el 30 de marzo, continuaban explotando algunas de las cargas y torpedos de explosión retardadas que los Comandos y las lanchas de la flotilla habían usado en el ataque, generando más destrucción en las instalaciones portuarias y una gran confusión entre los alemanes. El Dique Normandie no pudo ser utilizado por la marina nazi durante el resto de la guerra.
La noticia del ataque corrió por toda Francia, elevando la moral patriótica de sus habitantes y enfureciendo al propio Hitler. Si la pérdida del Dique Normandie ya era un mal asunto, era todavía peor el hecho de que los British Commandos hubieran sido capaces de traspasar las defensas alemanas de un modo tan fácil. El Führer ordenó al Mariscal Gerd Von Rundstedt - Comandante en Jefe del Ejército Occidental y del Grupo de Ejércitos D con sede en Francia - la apertura de una investigación, cuyas pesquisas se pusieron en marcha el día 31 de marzo, informando finalmente que no había existido a su juicio ningún tipo de negligencia en el comportamiento de las tropas alemanas encargadas de la defensa del puerto, más bien al contrario. Ello no fue suficiente para calmar la ira del dictador nazi, quien ordenó al General Alfred Jodl del OKW (Alto Mando de la Wehrmacht) que visitara en persona a Von Rundstedt tres días más tarde para "examinar en más detalle el fracaso en repeler al enemigo", lo que llevó a serios encontronazos entre el Heer (ejército de tierra) y la Kriegsmarine, al querer hacer quedar a ésta como chivo expiatorio por el golpe recibido.
Los participantes en el raid de Saint-Nazaire recibieron un total de 89 condecoraciones, entre ellas 5 Cruces Victoria, tres para la Royal Navy (Capitán de Corbeta Robert Ryder, teniente-comandante Stephen H. Beattie y marinero William Savage), y dos para el Ejército (Teniente Coronel Augustus C. Newman y sargento Thomas Durrant). El resultado final del ataque fue un éxito total, y una llamada de atención para los defensores de la Muralla del Atlántico en el sentido de que los aliados eran capaces de golpear a lo largo de su aún incompleta línea de defensa. Lord Louis Mountbatten, responsable del Combined Operations Headquarters, en una carta dirigida al coronel Newman - tras su liberación como prisionero de guerra en 1945 - afirmaba: "Habiendo estado asociado a lo largo de mi carrera a prácticamente todas las operaciones combinadas, desde pequeños asaltos protagonizados por sólo dos hombres hasta el desembarco en Normandía, no tengo reparos en decir que el mejor y el que mayores resultados produjo de todos ellos fue nuestro ataque en Saint Nazaire."
8 comentarios:
Excelente articulo,ami que me gusta la Segunda guerra mundial sigo quedandome aluzinado con los articulos que incorporas al blog y que desconocia totalmente que hubieran sucedido.Sigue asin
Efectivamente, analizaron cómo pequeñas unidades pudieron mantener en jaque a grandes ejércitos y junto a los ejemplos que citas también barajaron la guerra de guerrillas en España cuando nos invadieron los gabachos.
Y menos mal que fueron espabilando, porque las primeras misiones de esos Comandos no fueron excesivamente brillantes que digamos.
un articulo super entretenido querido furilo....me a gustado mucho ademas porque como sabes me encanta el tema de los grupos de operaciones especiales...como un pequeño grupo puede empezar o terminar una guerra y nadie se entera como a sido ..genial trabajo ...
Joder Furi, qué bueno. Vaya trabajazo que te marcas. Los alemanes pecaron de inocentes...o de soberbios, creyendo que los ingleses eran tan tontos de arriesgarse a liarla parda tan sólo para desembarcar en plan kamikaze.
1besico!
JOSE: Muchísimas gracias por tus palabras. Me agrada saber que lo que hago vale algo la pena e interesa a alguien. Si además, doy a conocer hechos o pasajes desconocidos para alguien, mejor que mejor.
Por cierto, ¿es la primera vez que comentas o ya lo habías hecho antes como "anónimo"?
ISRA: Gracias por el apunte. Tienes toda la razón, a la hora de crear estas unidades también se tomó como referencia las guerrillas españolas contra el ejército napoleónico. Se me pasó ponerlo.
En cuanto a las primeras misiones de los commandos hubo un poco de todo, aunque en general fueron de pretensiones más modestas. Pese a que posteriormente espabilaran como dices, aun con todo el mayor de los desastres fue el raid sobre Dieppe (posterior a esta operación, en agosto de 1942). Aunque bien es cierto que sirvió para sacar conclusiones, aprender de los errores y preparar el Día D.
MIGUELON: Lo se, lo se. Tranqui que irá cayendo alguna cosa más de comandos y operaciones especiales. Como siempre, mil gracias por tu sempiterno apoyo, compadre.
FIONA: Gracias guapa!! Algo pardillos si que fueron, porque antes de hacer una "visita guiada" por el barco, podrían haberlo inspeccionado antes por si hubiera alguna trampa. Saltaba a la vista, que empotrar el barco contra las esclusas tenía una finalidad clara: destruirlo. Y era evidente que antes las tremendas dimensiones de este, no se podía hacerlo con un simple ariete. Este tenía que llevar una sorpresa en su interior. Pero bueno, como dice ISRA, las anteriores acciones de los comandos tampoco habían sido para enmarcar...
Fantastica narración. Mil Gracias
@JL García: Gracias a ti por tus palabras!! Bienvenido y gracias por comentar.
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