La frase que encabeza este post ("Kilroy estuvo aquí" en castellano) fue una pintada que se hizo famosa durante la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una persona con una gran nariz que está mirando por encima de una valla en la que está escrita dicha frase.
Este graffiti se hizo muy popular entre los soldados norteamericanos, que allá donde pasaran, fuera el Norte de África, en Europa o las islas del Pacífico dejaban escrita la frasecita de marras en búnkers y fortificaciones destruidos, tanques y demás vehículos, señales indicadoras, muros o incluso sobre la tierra en los cráteres producidos por las bombas. Seguramente, todo comenzó como una divertida broma que fue alcanzando éxito entre los soldados americanos, quienes querían dejar testimonio de su presencia en los distintos lugares por los que la guerra les llevaba. No obstante, es innegable que dicho mensaje también sirvió como un elemento para dar moral a las tropas: cuando los soldados llegaban a un sitio y veían que Kilroy ya había estado allí, se contagiaba el sentido del humor de los que les habían precedido y les servía como ánimo para afrontar con mejor disposición las penalidades y sacrificios de la vida en la línea del frente.
Pero ¿quien diablos era el tal Kilroy? ¿Quién escribió por primera vez ese mensaje que se propagó como la pólvora por todos los escenarios de la contienda? Lo cierto es que nadie lo sabía y quizás ese desconocimiento era lo que otorgaba al asunto un cierto halo de leyenda y misterio. Terminada la guerra, en los EEUU la identidad del susodicho Kilroy seguía siendo todo un misterio y las versiones sobre su origen eran innumerables. Sin embargo, parece ser que la teoría más aceptada es la siguiente:
Para tratar de resolver el enigma, un fabricante de automóviles promovió un original concurso consistente en regalar unos de sus vehículos a la persona que acreditase ser el auténtico Kilroy. Como puede imaginarse se presentaron un buen número de candidatos: unos 40 soldados apellidados Kilroy se atribuyeron el honor de ser los primeros en haber escrito la famosa pintada, pero ninguno de ellos pudo aportar pruebas suficientes para demostrar la veracidad de sus pretensiones.
Finalmente, cuando parecía que el concurso iba a quedar desierto, apareció un tipo llamado Jim Kilroy, quién no era soldado, sino que durante la guerra había trabajado como supervisor en unos astilleros en Quincy (Massachusetts). Su trabajo era revisar los remaches de las planchas de acero para los buques y cuando acababa con una, comprobando que todo era correcto, les hacía una señal con tiza para distinguirlas de aquellas otras que no había comprobado. Sin embargo, parece ser que se dió cuenta de que en alguna ocasión se le devolvían planchas ya revisadas, probablemente porque la marca de tiza se borraba. Esto era un inconveniente, pues cobraba en función del numero de planchas que era capaz de revisar, y al tener que volver a comprobar planchas que ya había revisado, perdía tiempo y en consecuencia, sus ingresos podían disminuir. Para solucionar el problema, cambió la manera de marcar las planchas, escribiendo con pintura la inscripción "Kilroy was here" en las planchas ya revisadas.
Lo normal era que al acabar de construir un buque, la pintura aún perdurara, siendo visible en algunas planchas. Y dado que esos barcos se usaban para el transporte de tropas, de esa manera el mensaje llegó a miles de soldados que se dirigían a la guerra, quienes se encargaron de reproducirlo cuando llegaron a su destino. La versión de Jim Kilroy fue corroborada por otros trabajadores del astillero, lo que vino a suponer la prueba definitiva de que el supervisor era el auténtico Kilroy, ganando el premio del concurso.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la leyenda de Kilroy dio lugar a una anécdota sucedida en Londres en 1944. Una anciana apareció asesinada en su apartamento, no existiendo ninguna pista del crimen a excepción de una pintada en la pared que decía: "Ha sido Kilroy". Esto centró las sospechas de la policía londinense en las tropas norteamericanas que estaban concentradas al sur del país, esperando a ser embarcadas para participar en la invasión del continente europeo que iba a tener lugar en las playas de Normandía. Se estudiaron y revisaron muchos historiales médicos de soldados norteamericano tratando de encontrar alguno con trastornos mentales que le hubieran podido empujar a cometer el asesinato. Sin embargo, la solución del caso era mucho más sencilla: el autor del crimen había sido un vecino de la fallecida, un desequilibrado mental apellidado precisamente Kilroy, quien no entendía como la policía aún no había ido a detenerle, pues creía que el mensaje que les había dejado era bastante revelador.
Como curiosidad, os cuento que la famosa pintada aparece al final de la película de Brian G. Hutton, "Los Violentos de Kelly" ("Kelly's Heroes"), junto con la frase "up yours baby", como podéis ver en la foto de aquí arriba. También en el videojuego "Brothers in Arms - Hell's Highway", según se observa en la captura de pantalla que también os muestro.
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