Mussolini tenía puesta su mayor esperanza en un ataque contra los británicos en Egipto, porque una victoria allí garantizaría la decisiva ruta naval a través del Canal de Suez y dejaría abierta la conquista de los pozos petrolíferos de Oriente Medio. Las cosas parecían estar a su favor, porque los 250.000 hombres del 10º Ejército Italiano, a las órdenes del mariscal Rodolfo Graziani, se enfrentaban a sólo 36.000 soldados británicos, que defendían el país de las pirámides. El 13 de septiembre, cuando empezó el ataque italiano, los defensores británicos al mando del general en jefe Archibald Wavell y del de operaciones, general Richard O'Connor, se retiraron detrás de la ciudad egipcia de Sidi Barrani, donde Graziani detuvo su avance. El mando italiano tenía sus razones para ser precavido: el desierto abierto era el reino de los carros de combate, de la guerra de movimiento, y los carros italianos eran muchísimo peores que sus rivales británicos y estaban en una inferioridad numérica de más de dos a uno.
Esperando suministros antes de un avance prudente, Graziani ordenó la construcción de una serie de campos fortificados a lo largo de un frente de 65 km. Pero el 9 de diciembre de 1940, O'Connor atacó por un espacio vulnerable entre dos campos italianos, rodeándolos por detrás y asediándolos. La brillante maniobra, llamada en clave Operación Compass, desorganizó el sistema defensivo italiano y consiguió capturar casi 40.000 prisioneros. El resto de las fuerzas italianas se batieron en retirada, pero O'Connor decidió arriesgar y envió tras ellas a la 6ª División Australiana por la carretera de la costa, mientras la 7ª División Acorazada (los famosos "Ratas del Desierto") atacó por la inmensidad del desierto hacia Bengasi (Libia), confiando en cerrar el círculo por detrás de los italianos para cortar su retirada. El 7 de febrero de 1941, la obra maestra de O'Connor se completó cuando los "Desert Rats" llegaron a Beda Fomm (Libia) a tiempo de bloquear la desbandada italiana, atrapando al resto del infortunado 10º Ejército Italiano. Fue una gran victoria: los británicos habían capturado 130.000 hombres, 845 cañones y 380 carros, con menos de 2.000 bajas, todo ello en el espacio de 10 semanas.
Sin embargo, la situación cambió rápidamente. Churchill retiró fuerzas al mando de Wavell necesarias para la defensa de Grecia, dejando sólo una fuerza de cobertura para defender Libia. Al mismo tiempo, el 12 de febrero de 1941 Hitler envió una tardía ayuda a su socio del Eje para combatir en el Norte de África: la 5ª División Ligera y la 15ª División Panzer. El que llegaría a conocerse como el Deutsches Afrika Korps (DAK), al mando del general - luego mariscal - Erwin Rommel, cambió el papel del Ejército Italiano en la lucha en el Norte de África. Aunque oficialmente estaban subordinados al alto mando italiano, los alemanes se convirtieron hasta el final en el socio dominante, a pesar de que los italianos siguieron proporcionando el grueso de las tropas. Rommel fue adquiriendo un mayor control directo de las divisiones italianas, al principio sólo de las unidades móviles del XX Cuerpo, pero luego de todo el ejército. Además de la incuestionable excelencia y superioridad técnica del material alemán, existía un acuerdo tácito sobre la superioridad del DAK en lo relativo a trabajo y planificación de estado mayor.
Como en todos los demás teatros de operaciones en los que luchó, el Ejército Italiano iba a padecer sobre todo falta de movilidad y un inadecuado sistema de mando y control. La escasez de transporte a motor supuso que las unidades de infantería italianas fuesen formaciones virtualmente estáticas que no podían ser desplegadas con la flexibilidad que era tan importante en la guerra en el desierto. El alto mando italiano (el Commando Supremo) estaba obsesionado con poner en campaña grandes cantidades de tropas incluso cuando era obvio que las unidades grandes e inmóviles eran de bien poca utilidad en el Norte de África. Todavía en julio de 1942, el Commando Supremo planeaba enviar otros 67.000 infantes para reforzar a los 150.000 que había ya en la zona. Por otra parte, en lo que si acertaba el alto mando italiano en ese mismo año, era en presionar a los alemanes, repetidamente, pero en vano, para que se lanzase un ataque a gran escala para eliminar Malta, cuyos aeródromos y base naval eran una constante amenaza para las líneas de suministro por el Mediterráneo. Ese otoño, esa amenaza consiguió dejar desabastecidos a los ejércitos del Eje en el Norte de África.
El Ejército Italiano sufrió una fuerte conmoción con su catastrófica derrota en Libia a manos de una fuerza mucho menor pero mucho mejor entrenada, equipada y dirigida. Como en Grecia, había creído la propaganda de que la victoria fascista estaba hecha. Ahora, enfrentados a la cruda realidad, muchos soldados italianos se sentían totalmente desilusionados, y un sentido de inferioridad respecto de sus enemigos y de sus aliados alemanes iba a afectarles el resto de la campaña. Una carta que un soldado envió a casa es una perfecta muestra del sentir de muchos soldados italianos: "Intentamos librar esta guerra como si fuese una guerra colonial en África. Pero es una guerra europea en África, librada con armas europeas contra un enemigo europeo. No lo tuvimos en cuenta cuando levantamos nuestros fuertes de piedra y nos equipamos con tanto lujo. ¡Ahora no estamos luchando contra los etíopes!".
Obviamente, el coraje individual no entiende de colores, y el soldado italiano protagonizó muchos episodios de gran heroísmo, a menudo contra un enemigo mucho mejor armado. Pero, como en todos los ejércitos, la calidad de una unidad depende en gran medida de la de su mando, y en algunas unidades los oficiales no gozaban de la confianza de sus subordinados, que se adquiere sólo con la camaradería que da compartir el peligro y las penurias del combate. Los alemanes del Afrika Korps, por ejemplo, quedaron atónitos cuando vieron que los oficiales italianos comían mucho mejor que sus soldados y tenían prioridad en la distribución.
Cuando estuvieron bien dirigidas, las unidades italianas acostumbraron a combatir bien y su actuación durante la campaña fue mejorando paulatinamente, pero el mando del DAK las consideraba, en general, tropas de segunda clase, dándoseles a menudo misiones secundarias o estáticas, lo que tenía consecuencias negativas tanto para la moral como para la efectividad de los soldados italianos. La actuación de unidades de élite, como los Bersaglieri o las tropas acorazadas y paracaidistas impresionó a propios y extraños, aunque raramente las unidades de infantería regular estaban a ese nivel. Cuando entraban en acción, algunas unidades pequeñas - como el 31º Batallón de Guastartori (ingenieros de asalto) - eran tan buenas como las mejores, pero su secreto estaban en que tenían oficiales muy profesionales y habían recibido un entrenamiento y un material mejores que el que se daba a la gran mayoría de la infantería italiana.
Durante toda la campaña norteafricana, el Ejército Italiano tuvo que salir adelante con un material que por lo general era mediocre, y cuando el de británicos y alemanes fue mejorando, el de los italianos siguió inalterable, con lo que su situación empeoró. En la guerra del desierto, los carros de combate y los cañones anticarro iban a ser las armas decisivas. Los tanques italianos no estuvieron a la altura ni de los primeros modelos británicos, por no hablar ya de los estadounidenses M-3 Grant y M-4 Sherman que aparecieron en 1942. Los 3 principales medios acorazados italianos fueron la tanqueta CV-35 y los carros medios Fiat M-11/39 y M-13/40. En los primeros combates en Libia, la tanqueta y el M-11/39 demostraron ser virtualmente inútiles, y la mayoría de ellos acabaron destruidos.
El M-13/40 fue una mejora considerable, pero aún así estaba aquejado de numerosos problemas, el principal de los cuales, era su poca fiabilidad mecánica. Sirva como ejemplo la siguiente anécdota: en una ocasión, Rommel organizó una competición de tiro entre 4 Panzer III alemanes y 4 M-13/40, pero sólo se presentó uno de los tanques italianos, pues los otros 3 se averiaron por el camino. Su armamento principal de 47 mm y su blindaje de 25 y 42 mm (en el casco y el frontal de la torre) eran válidos contra carros ligeros y de "crucero" británicos de 1941, pero el hecho de que sólo llevasen radios los carros de mando producía numerosos problemas de control. Una vez comenzaba la batalla había poca posibilidad de introducir cambios dictados por las circunstancias o el devenir de los combates; incluso cuando una compañía alcanzaba su objetivo, tenía que espera nuevas órdenes, que le eran enviadas desde un carro de mando por medio de banderas de señales. Todo esto, y el pobre entrenamiento en las tácticas de fuego y movimiento, ponía a las tripulaciones italianas en clara desventaja, por más que muchas veces combatieran con gran valor.
Durante los dos años y medio de la campaña norteafricana, los italianos recibieron muy poco material moderno. Una excepción fue el cañón autopropulsado Semovente de 75/18 (en la foto de aquí arriba, con Rommel al fondo), un arma excelente que empezó a llegarles a primeros de 1942. Sin embargo, las cantidades recibidas fueron insuficientes para ser significativas, así que la espina dorsal de las divisiones acorazadas italianas siguiendo siendo el M-13/40 y el ligeramente mejorado M-14/41.
El cañón contracarro 47/32 de 47 mm era un diseño de preguerra, capaz de penetrar sólo 43 mm de blindaje a 500 metros, por lo que era totalmente ineficaz contra los 78 mm de la coraza frontal del Matilda II británico de 1940-1941 o los 65 mm del Valentine de 1942. Los carros ligeros y de crucero británicos eran vulnerables, con su protección máxima de 40 mm de blindaje, pero los M-3 Grant y M-4 Sherman que los estadounidenses empezaron a enviar a los británicos en 1942 tenían un blindaje de 65 mm, con 50 y 75 mm en el caso y en la torre, respectivamente. En suma, los italianos tuvieron que apañárselas con lo que tenían. Sus aliados alemanes les proporcionaron un puñado de cañones FlaK de 88 mm, válidos tanto para el fuego antiaéreos como contracarro, y los italianos siguieron esa pauta usando para el tiro terrestre sus propios antiaéreos de 75 mm, pero el número de piezas en servicio siempre fue escaso.
Fuentes:
"Atlas de la II Guerra Mundial" de David Jordan y Andrew Wiest
Osprey: Soldados de la II Guerra Mundial: "El Ejército Italiano en Túnez y Libia" de Philip Jowett
Como en todos los demás teatros de operaciones en los que luchó, el Ejército Italiano iba a padecer sobre todo falta de movilidad y un inadecuado sistema de mando y control. La escasez de transporte a motor supuso que las unidades de infantería italianas fuesen formaciones virtualmente estáticas que no podían ser desplegadas con la flexibilidad que era tan importante en la guerra en el desierto. El alto mando italiano (el Commando Supremo) estaba obsesionado con poner en campaña grandes cantidades de tropas incluso cuando era obvio que las unidades grandes e inmóviles eran de bien poca utilidad en el Norte de África. Todavía en julio de 1942, el Commando Supremo planeaba enviar otros 67.000 infantes para reforzar a los 150.000 que había ya en la zona. Por otra parte, en lo que si acertaba el alto mando italiano en ese mismo año, era en presionar a los alemanes, repetidamente, pero en vano, para que se lanzase un ataque a gran escala para eliminar Malta, cuyos aeródromos y base naval eran una constante amenaza para las líneas de suministro por el Mediterráneo. Ese otoño, esa amenaza consiguió dejar desabastecidos a los ejércitos del Eje en el Norte de África.
El Ejército Italiano sufrió una fuerte conmoción con su catastrófica derrota en Libia a manos de una fuerza mucho menor pero mucho mejor entrenada, equipada y dirigida. Como en Grecia, había creído la propaganda de que la victoria fascista estaba hecha. Ahora, enfrentados a la cruda realidad, muchos soldados italianos se sentían totalmente desilusionados, y un sentido de inferioridad respecto de sus enemigos y de sus aliados alemanes iba a afectarles el resto de la campaña. Una carta que un soldado envió a casa es una perfecta muestra del sentir de muchos soldados italianos: "Intentamos librar esta guerra como si fuese una guerra colonial en África. Pero es una guerra europea en África, librada con armas europeas contra un enemigo europeo. No lo tuvimos en cuenta cuando levantamos nuestros fuertes de piedra y nos equipamos con tanto lujo. ¡Ahora no estamos luchando contra los etíopes!".
Obviamente, el coraje individual no entiende de colores, y el soldado italiano protagonizó muchos episodios de gran heroísmo, a menudo contra un enemigo mucho mejor armado. Pero, como en todos los ejércitos, la calidad de una unidad depende en gran medida de la de su mando, y en algunas unidades los oficiales no gozaban de la confianza de sus subordinados, que se adquiere sólo con la camaradería que da compartir el peligro y las penurias del combate. Los alemanes del Afrika Korps, por ejemplo, quedaron atónitos cuando vieron que los oficiales italianos comían mucho mejor que sus soldados y tenían prioridad en la distribución.
Cuando estuvieron bien dirigidas, las unidades italianas acostumbraron a combatir bien y su actuación durante la campaña fue mejorando paulatinamente, pero el mando del DAK las consideraba, en general, tropas de segunda clase, dándoseles a menudo misiones secundarias o estáticas, lo que tenía consecuencias negativas tanto para la moral como para la efectividad de los soldados italianos. La actuación de unidades de élite, como los Bersaglieri o las tropas acorazadas y paracaidistas impresionó a propios y extraños, aunque raramente las unidades de infantería regular estaban a ese nivel. Cuando entraban en acción, algunas unidades pequeñas - como el 31º Batallón de Guastartori (ingenieros de asalto) - eran tan buenas como las mejores, pero su secreto estaban en que tenían oficiales muy profesionales y habían recibido un entrenamiento y un material mejores que el que se daba a la gran mayoría de la infantería italiana.
Durante toda la campaña norteafricana, el Ejército Italiano tuvo que salir adelante con un material que por lo general era mediocre, y cuando el de británicos y alemanes fue mejorando, el de los italianos siguió inalterable, con lo que su situación empeoró. En la guerra del desierto, los carros de combate y los cañones anticarro iban a ser las armas decisivas. Los tanques italianos no estuvieron a la altura ni de los primeros modelos británicos, por no hablar ya de los estadounidenses M-3 Grant y M-4 Sherman que aparecieron en 1942. Los 3 principales medios acorazados italianos fueron la tanqueta CV-35 y los carros medios Fiat M-11/39 y M-13/40. En los primeros combates en Libia, la tanqueta y el M-11/39 demostraron ser virtualmente inútiles, y la mayoría de ellos acabaron destruidos.
El M-13/40 fue una mejora considerable, pero aún así estaba aquejado de numerosos problemas, el principal de los cuales, era su poca fiabilidad mecánica. Sirva como ejemplo la siguiente anécdota: en una ocasión, Rommel organizó una competición de tiro entre 4 Panzer III alemanes y 4 M-13/40, pero sólo se presentó uno de los tanques italianos, pues los otros 3 se averiaron por el camino. Su armamento principal de 47 mm y su blindaje de 25 y 42 mm (en el casco y el frontal de la torre) eran válidos contra carros ligeros y de "crucero" británicos de 1941, pero el hecho de que sólo llevasen radios los carros de mando producía numerosos problemas de control. Una vez comenzaba la batalla había poca posibilidad de introducir cambios dictados por las circunstancias o el devenir de los combates; incluso cuando una compañía alcanzaba su objetivo, tenía que espera nuevas órdenes, que le eran enviadas desde un carro de mando por medio de banderas de señales. Todo esto, y el pobre entrenamiento en las tácticas de fuego y movimiento, ponía a las tripulaciones italianas en clara desventaja, por más que muchas veces combatieran con gran valor.
Durante los dos años y medio de la campaña norteafricana, los italianos recibieron muy poco material moderno. Una excepción fue el cañón autopropulsado Semovente de 75/18 (en la foto de aquí arriba, con Rommel al fondo), un arma excelente que empezó a llegarles a primeros de 1942. Sin embargo, las cantidades recibidas fueron insuficientes para ser significativas, así que la espina dorsal de las divisiones acorazadas italianas siguiendo siendo el M-13/40 y el ligeramente mejorado M-14/41.
El cañón contracarro 47/32 de 47 mm era un diseño de preguerra, capaz de penetrar sólo 43 mm de blindaje a 500 metros, por lo que era totalmente ineficaz contra los 78 mm de la coraza frontal del Matilda II británico de 1940-1941 o los 65 mm del Valentine de 1942. Los carros ligeros y de crucero británicos eran vulnerables, con su protección máxima de 40 mm de blindaje, pero los M-3 Grant y M-4 Sherman que los estadounidenses empezaron a enviar a los británicos en 1942 tenían un blindaje de 65 mm, con 50 y 75 mm en el caso y en la torre, respectivamente. En suma, los italianos tuvieron que apañárselas con lo que tenían. Sus aliados alemanes les proporcionaron un puñado de cañones FlaK de 88 mm, válidos tanto para el fuego antiaéreos como contracarro, y los italianos siguieron esa pauta usando para el tiro terrestre sus propios antiaéreos de 75 mm, pero el número de piezas en servicio siempre fue escaso.
Fuentes:
"Atlas de la II Guerra Mundial" de David Jordan y Andrew Wiest
Osprey: Soldados de la II Guerra Mundial: "El Ejército Italiano en Túnez y Libia" de Philip Jowett